domingo, 25 de mayo de 2008

El duelo


La taquicardia que con frecuencia debilita mi corazón, me debes minutos de vida, la vida que reposa en una estación llamada felicidad.
El verbo se vuelve dolor y el cosquilleo en tus fosas, lagrimas. La forma y existencia de esto intangible e irreconocible para mis sentidos.

¿Quien escribió esto? Cayendo la hoja de papel acariciando el aire, bamboleándose hermosa entre ella y su inquilina. Fuimos juntas, rebusca en tu memoria cuando adormecida conseguías el sueno químico, cuando volvías a la vida en penumbras por el agujero negro destilando la tarde a la noche. ¿Me reconoces, ahora?

Parecía el reflejo tomar vida humana y civil, y a continuación reprocharle sobre el escrito encontrado. No, quédate detrás, o quiero decir, como mi perpetuo reflejo, no salgas de ahí nunca, parecía decirle ella a la inquilina quien escondía una sonrisa retorcida y dulce a la vez.

Se apartaba de ella y retrocedía arrastrando los pies por la alfombra polvorienta, la mirada de la inquilina parecía un arma apuntando su pecho y el movimiento de ella demostrando el miedo, el mismo miedo que cuando niña sintió encerrada en un baño mientras el perro del vecino zarandeaba su cola y golpeaba la puerta listo para atrapar a su presa, a la asustadiza y entonces pequeña Micaela.

Uno, dos, tres veces su pulgar insistentemente despertaba la llama del fósforo, inhalo el humo, su mente iba armando el rompecabezas con imágenes de un campo sin habitantes, sin inquilinos y con el eco en rec. para su próximo exilio.

Sus manos formaron un posillo de agua y con ello regresaba Martina a su estado inconsciente mientras las gotas humedecían las mejillas de Micaela y el espejo que reducía el espacio para un solo rostro.

Corre mar


Hay una corriente

Hay un mensaje

Hay plumas y también olas sacudidas de muerte.

Esta mi corazón agitado

Mis labios rojos e hinchados

Y esta sensación de tenerte en ausencia

que me hace sumergirme en esa corriente.

La inquilina

La inquilina
Mujer con gato de Fernand Léger